domingo, 23 de mayo de 2010

Tu ángel de la guarda.


Sécate esas lágrimas y lávate bien la cara. Vuelve a tu habitación que yo iré detrás de ti. Túmbate en la cama y tápate bien, no vayas a coger un resfriado. Me sentaré a tu lado y si hace falta me mantendré despierto toda la noche. Cierra los ojos, tienes que dormir. Apagaré la luz, pero no te asustes pequeña. No me voy a ir, me quedaré a tu lado hasta que te duermas. El tiempo que haga falta. No volverás a tener mas pesadillas. No te volverás a levantar a las tres de la mañana con el corazón en un puño y esa sensación de no poder respirar. Yo voy a estar aquí contigo y no dejaré que te pase nada malo. Solo confía en mí. Confía en tu ángel de la guarda.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Precioso, de veras me encanta

Marea Malabares dijo...

A mi, creo que ha decidido abandonarme mi ángel de la guarda. He de preguntarle por qué, creo que no me soporta...
Un beso :)

Liju dijo...

Yo creo que el mío se cansó de mí y hace tiempo que me las tengo que apañar sola para dormir. xD
Que tierno, el texto.

Besos!

PD: Sip, a partir de ahora te hablaré en español. Que sino, ¡me lío mucho!

amanda dijo...

ooohh! me gusta mucho tu blog
te sigo vale? :)

^^ pueds pasarte por el mio si tienes ganas
http://yellow-dragonflies.blogspot.com/


besitos!

Maar Renton dijo...

Como me gustaría tener a mi uno, lástima que el que alguna vez tuve se hartase de mí

un beso =)

Ms. Davis dijo...

no solo en las noches hay pesadillas y no siempre hay un angel que nos arrope, pero hay veces que no nesesitamos q nos arropen para saber que no estamos solas...

no se si me gusta pero me a dejado pensando

Anónimo dijo...

ojalá yo tuviera también uno de esos :)

muchas gracias por tu comentario, a mi también me ha gustado mucho este lugar!

:*!!

Busca en mi bote de cristal


Felicity

Una vez soñé que te perdía. Estábamos en unos icebergs y no me acuerdo si tú te alejabas flotando de mí o yo de ti.

Pero recuerdo que me desperté a tu lado, era media noche y estaba lloviendo, como hoy. Te oí respirar y me calmé.

Era como si nos habláramos sin palabras.

Me pregunto cómo y cuándo aprendimos ese lenguaje secreto. Sólo sé que en algún momento, en los silencios, te oía.

Y ahora sólo me quedan las palabras, estas palabras inútiles cuando lo único que quiero es volver a estar a tu lado.

Hacer que te sientas seguro, ayudarte a dormir. Recuperarte.